La estación de trenes de Gdansk es bastante amigable con el extranjero. Salgo de ella y percibo que, a pesar del sol y de la estación del año, me tocará un día frío para recorrer la ciudad. Las costas del Mar Báltico son así.
En septiembre de 1939 Gdansk fue la primera ciudad que atacaron los nazis, comenzando así la Segunda Guerra Mundial. Un par de semanas después el Ejército Rojo soviético invadiría a Polonia por el este, todo como parte del pacto de no agresión y división de Europa entre el totalitarismo alemán y el ruso.
En la península de Westerplatte, donde estuvo emplazada la base militar atacada por el ejército nazi, se levanta un monumento en recuerdo a los soldados polacos que resistieron los primeros bombardeos de una guerra que duraría cinco años. Es un lugar a visitar no solo para revivir la historia, sino también para ver la fragilidad de la libertad, la paz y la prosperidad, que en épocas actuales nuevamente son amenazadas desde Moscú, tal como en 1939.
Los polacos tienen, junto con los estonios, los mejores museos de historia. Imperdibles son los museos de Historia de los Judíos Polacos y el del Alzamiento de Varsovia en la capital y el interactivo de historia “Brama Poznania” en Poznan. Sabiendo que me encontraré con un museo a la altura, voy al de la Segunda Guerra Mundial. La experiencia de recorrerlo es única. Acá, como en varios países de este lado de Europa, el comunismo está confinado a los museos. Los polacos lo entendieron todo.
Pero Gdansk es más que historia de guerras y totalitarismo; en esta ciudad comenzó a gestarse la libertad del pueblo polaco. En septiembre de 1980 se fundó el primer sindicato no comunista del país: “Solidaridad”. Su presidente era el electricista del astillero de la ciudad, Lech Walesa.
Con todo en contra, e incluso pasando un año en la cárcel, Walesa fue galardonado con el premio Nobel de la Paz en 1983. En 1989 Walesa ganó las elecciones parlamentarias semi libres celebradas en el país. El comunismo en Polonia estaba agonizando, la libertad triunfaba.
En 1990 Lech Walesa ganó las elecciones presidenciales transformando un país comunista en uno de libertades. Solidaridad fue el sindicato que unió a los trabajadores para articular una oposición al comunismo.
El Centro Europeo de Solidaridad está ubicado justo al lado de la entrada al Astillero Gdansk (Stocznia Gdańska, en polaco), que aún mantiene el diseño de la década de los ’80, y con imágenes del Papa Juan Pablo II pegadas en la reja es el lugar donde se recopila y se proyecta al mundo la historia de los polacos que fueron parte de Solidaridad. Una vez finalizado el recorrido se llega a una sala donde aparece el logo característico del sindicato -el de letras rojas desordenadas- con la pregunta “¿Qué vas a hacer tú para fomentar los valores de la Solidaridad?”. Mi respuesta está en los párrafos anteriores.