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La tercera cabeza de Cerbero

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El Presidente de la República, Gabriel Boric, nos tiene acostumbrados a las caretas. Sin ir más lejos, llegó al poder haciendo una de ellas: la de socialdemócrata, progresista moderado con olor a europeo. Y durante todo su gobierno ha ido, como en una obra del teatro griego, mostrando una y otra, dependiendo de la ocasión. En su momento, era la de un revolucionario comprometido con un proyecto constitucional esperpéntico; luego, su cara se transformó en la de niño malcriado cuando le negaron la reforma tributaria, la que también se transmitió a las líneas faciales de su ministro estrella, Mario Marcel; posteriormente, tuvo la desfachatez de ensayar la de estadista, al momento de promulgar la ley Naím-Retamal, que otorga mayores facultades a Carabineros para defenderse de la delincuencia. En fin, tenemos muchas facetas presidenciales. Sin embargo, en su momento, en otro medio, me preguntaba por qué Gabriel no hacía caso a la vox populi cuando esta clamaba por un giro en su gobierno. Argumentaba en dicha ocasión que Boric jamás ha dejado de ser revolucionario. No obstante aquello, para algunos de la oposición el reciente apoyo a las fuerzas de orden y seguridad puede ser el ajuste, la vuelta de tuerca, el cambio necesario que estábamos esperando; la muestra de madurez definitiva de un pelele que, avenido a hombre, por fin toma las riendas y se hace responsable públicamente ante la ciudadanía para conducir al país a un mejor destino. En contrario, argumentaré, la situación no es tal y quisiera pasar a explicar por qué.

Nuestro mandatario, en estos momentos, se encuentra en un conflicto mediado por sus múltiples personalidades, todas ellas a ratos armónicas, a veces, simplemente en declarada guerra. Al igual que el mítico perro del dios griego Hades, Cerbero (Κέρβερος en griego) –a veces también llamado Can-Cerbero-, Boric nos muestra tres cabezas muy notables, que se corresponden con las almas que animan su seno y con los colectivos que se agitan, inquietos, en su coalición de Gobierno.

Por un lado, tenemos al Partido Comunista (PC), una de las caras más detestables del conglomerado político que hoy rige al país. Esta faz de Boric alaba las prácticas fascistas propias de dictaduras añosas, pero supuestamente “justicieras”. Mira con anhelo la experiencia soviética y alaba los sesenta años del régimen comunista en Cuba. Esta cara de Gabriel es la que se anuncia en la barba, emulando la estética propia del Ché Guevara y la que se encuentra ansioso por negociar más acuerdos con China –así como lamentó que el gigante asiático no se quedara con el negocio de las cédulas de identificación nacional del Registro Civil-. Es la misma cara que, en estos momentos, soslaya la crisis de seguridad y a regañadientes dejó de mirar hacia el Tribunal Constitucional como una de las instancias que podían ayudar a detener esta ola de supuesto fascismo que trajo la muerte de los mártires de Carabineros.

Otra de las caras de Cerbero es la del Frente Amplio (FA). Esta, más infantil que la otra del PC, anhela seguir con la agenda reformista valórica, legado imparable a raíz de la anuencia y estasis de la centroderecha. A veces, mira con desgano las fauces más antojadizas y poco prudentes del comunismo, pero la miran como aliada natural en el proceso. Este lado es el más ingenuo, naive, del mandatario. Aquella que asume la deconstrucción como método de Gobierno, la que le obliga a ser, como dice Juan Cristóbal Demian, un NOTPRESIDENT, que lo empuja a vestirse sin corbata o andar con la camisa afuera, en un pueril intento por marcar un punto adolescente en su gestión. Es la cara más trivial, pero a la vez una de las más peligrosas, al asentar incertidumbre de cuál será el siguiente movimiento. Nunca se sabe cómo observará los hechos un niño o un adolescente.

Por último, existe una cara más apacible. Esta promete madurez, capacidad de gestión, aunque solo en el marco. Es la misma que engañó a todos los chilenos en segunda vuelta, la que, con pose demacrada, como la enjuta cara de Carolina Tohá, compromete recursos y palabras en pos de las supuestas necesarias mejoras. Esa cara, también representada por el Partido Socialista (PS) -aunque de menor preponderancia que los conglomerados anteriores en las decisiones de gobierno-, es la más peligrosa de todas, puesto que es aquella forzada por el fracaso del primer año de gobierno. Durante esta etapa, las facetas de Gabriel se alinearon con los deseos del PC y el FA por empujar un resultado favorable en la Convención. Todos los esfuerzos estaban cifrados en lograr la aprobación del mamarracho. Sin embargo, el 4 de septiembre de 2022, ello no ocurrió. Así, Boric se vio obligado no solo a un cambio de gabinete, sino que también hizo más vistosa esta cara, más halagüeña y servil. Con todo, que no quepa duda: es solo una careta, una de las versiones más light del mismo revolucionario de siempre. Puede que esta cabeza de Cerbero inculque menos temor, pero sigue unida al mismo cuerpo, es el mismo can que busca subvertir el orden.

Y he aquí que, entonces, arribamos a puerto y damos cuenta del problema: algunos parecen confiar en esta cara. Quizá sea su mirada o el hecho de que no muestra los dientes, pero algo motiva a la centroderecha – a estas alturas, ya ubicados en el centro del espectro político- a creerle. La cara de cachorro, a pesar de sus evidentes errores y muecas, parece dar por cierto para la oposición que las cosas irán para mejor. Por algo, a pesar de los argumentos en contrario, aprobaron el proyecto de reducción a 40 horas laborales. Además de traicionar a su sector, ellos creen en el cambio. Pero, está claro, no puede haber desliz más grave. Se entiende que la centroderecha haya querido, desde el comienzo, que a Boric le fuera bien porque, si así era –según ellos-, a Chile le iría bien. Se comprende que, en razón de su adherencia a la Agenda 2030, Chile Vamos fuera más renuente a exigir responsabilidades públicas al Gobierno. Sin embargo, aunque vestido, el mono, mono se queda. Las cabezas de Cerbero no muestran las caras de Jano: no implican un cierre y el comienzo de una etapa que ya quisieran feliz los de la centroderecha. El perro de Hades, como ya saben, se encargaba de evitar la salida de los muertos y la entrada de los vivos al reino del inframundo. Aquí no hay cambios ni nuevas etapas, solo un cerrojo, un candado que impide la modificación de la ruta trazada. Las caras de Boric, aquellas que ilustran el parecer del PC y el FA, obstaculizan cualquier modificación del camino que se hace al andar, compañeros. En conclusión, solo el voluntarismo de Chile Vamos puede pretender que el rey va vestido cuando, en realidad, está desnudo. Es evidente, en esa límpida desnudez, que sus caras han sido siempre las mismas y que la tercera cabeza de Cerbero solo oculta las verdaderas intenciones de Boric. No dejará jamás de ser un revolucionario. Ya es hora de que la supuesta oposición de centroderecha se entere.     

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Filósofo y Profesor. Máster en Política y Gobierno. Autor del libro “Girar a la derecha. Lineamientos para una reacción del sector” (2021). Miembro de Revista Individuo.

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