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Buda y Pest

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Hace algunos años, minutos antes de tomar un bus al sur, compré un libro usado en un terminal de buses de Estación Central, se titulaba “Salir del Socialismo”, publicado en 1991 (Editorial Atlántida) y escrito por el francés Guy Sorman.

El autor hizo un recorrido por algunos países de la ex órbita soviética contando cómo evolucionaban las sociedades, pasando de economías planificadas al libre mercado. 

Uno de sus capítulos está centrado en Hungría, especialmente en su capital, Budapest. Ahí Sorman cuenta la historia de la ciudad, remarcando el hecho que eran dos ciudades separadas por el río Danubio, Buda y Pest, fusionadas en 1873.

En la actualidad Budapest tiene esas dos almas en tensión; oriente versus occidente, pasado y presente, democracia versus autocracia. 

La plaza de la Libertad es un claro ejemplo de lo anterior. En el lugar se erige el “Monumento a las Víctimas de la Ocupación Alemana”. Sin embargo las críticas han llegado desde la comunidad judía, toda vez que el memorial pasa por alto la responsabilidad del Estado húngaro en la persecusión a los judíos previo al inicio de la ocupación nazi. Acá vale la pena recordar que Hungría aplicó políticas antisemitas en el siglo XX varios años antes que la Alemania Nazi.

El contraste es tal que, en la misma plaza, se encuentra una estatua de Ronald Reagan. Así parece ser esta ciudad, con luces y sombras.

Siguiendo el recorrido llego a la calle Andrássy út 60, donde se encuentra la “Casa del Terror”. En las afueras se levantan unos murales que recuerdan el camino seguido por el país en su lucha por la libertad, destacándose la revolución húngara de octubre-noviembre de 1956 y la posterior invasión ruso-soviética, hasta llegar a los procesos de integración europeos con el establecimiento del libre mercado y la democracia liberal.  

La “Casa del Terror” es un edificio que en la época de los totalitarismos fue ocupada por el partido nazi húngaro y luego por los órganos de represión comunistas. Hoy es un espacio para conocer la historia reciente del país. La disposición de la muestra está perfectamente ambientada para poner el acento en lo inmoral de los totalitarismos, en la adoración al estado, a la raza o a la clase. 

Similar a las esculturas soviéticas exhibidas en la parte posterior del Museo de Historia estonio, en Tallinn, acá en Budapest quisieron ir un paso más allá y en 1993 fundaron el “Parque Memento”, un espacio al aire libre donde se exhiben una serie de estatuas de la época comunista. En este lugar, de manera irónica, se explica que el parque termina en un muro, porque en el fondo es ese objetivo del comunismo: llegar a ningún lado.

Budapest es una ciudad interesante de visitar pero no se puede soslayar el hecho que quienes gobiernan el país, al parecer, olvidaron el pasado de represión sufrida por sus habitantes y hoy se alinean con la inmoralidad que viene desde el Kremlin de Moscú. 

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Administrador Público. Magíster en Comunicación Política. Autor del libro «La Constitución Liberal de Guzmán. Chile 1973-1980». Coautor del libro «Lo vimos venir». Cofundador del think tank Ciudadano Austral.

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