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Ucrania, donde comienza la paz del mundo (parte I)

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Este recorrido comienza en Varsovia, la capital de Polonia. Desde el inicio de la invasión rusa a gran escala la única forma de llegar a Ucrania es por tierra. Llegué antes del mediodía a Varsovia, el bus a Lviv saldrá a las nueve de la noche desde la estación Zachodnia. Entre las 30 o 35 personas que van en el bus, soy el único no ucraniano.

Ya había visitado el país en febrero de 2019, recorriendo tres ciudades. Aquella vez me impresionó llegar al aeropuerto de Lviv y ver militares custodiando sus instalaciones, así también los juguetes bélicos que repletaban los escaparates. Era una señal inequívoca de un país en guerra.

Ahora, en mayo de 2023, llegué a la estación de trenes de Lviv, porque desde ahí también salen y llegan los buses. Eran las 05:30 am, pasé al restaurant en el segundo piso del edificio Hub Station para esperar. Ya cuando es un poco más tarde comienzo el recorrido a pie con destino a la Plaza de la Libertad, tomando la calle Chernivetska. Hasta acá, llevo dos toques de sirena que alertan los bombardeos. En mi percepción es como si la guerra hubiese comenzado recién hoy.

El semblante de las personas, creo, es mucho mejor al que vi de los ucranianos el año pasado cuando visité algunos países fronterizos. Todo parece normal pero no lo es. Se ven militares en cada lugar, vi uno que se despedía entre lágrimas de su esposa y su pequeña hija. Es difícil saber si iba o no al frente de batalla.

La Plaza de la Libertad luce alegre a primera vista, pero al avanzar un poco es posible divisar a unos militares exhibiendo un muñeco de Putin vestido con ropa militar rusa. Algún joven de la estepa rusa, de alguna etnia minoritaria, perdió la vida en combate y su ropa ahora es trofeo de guerra. Un niño lo apunta con un lanzagranada o algo similar, su mamá lo anima a insultar a Putin. Los soldados reúnen dinero.

Más cerca de la Ópera un grupo vocal entona folklore ucraniano, la gente los rodea, graba, fotografía y corea las letras de las canciones; son niños, jóvenes, adultos y adultos mayores. Juntos se dan ánimo e intentan subirse la moral. Lviv está lejos de los enfrentamientos más sangrientos, pero sus hijos van al frente y la ciudad también recibe los misiles del régimen de Moscú. Se ve mucha gente caminando en esta plaza, pero los restaurantes del sector están vacíos.

Salgo de noche a la Plaza del Mercado, todos divirtiéndose, acá no se siente la guerra, salvo -insisto- por los militares que caminan luciendo sus zapatillas adidas color verde olivo y los uniformes. Suena la sirena, es la tercera que siento en estas pocas horas en Lviv. Pregunto si es peligroso. Reviso Telegram para ver qué dicen los grupos dedicados a informar el avance de la guerra. Supuestamente desde Transnistria han lanzado unos misiles. Las alarmas suenan en toda Ucrania. Ni en el restaurante ni afuera hay movimientos para ir a los refugios.

Los ucranianos llevan casi un año y medio soportando esto. Ir a los refugios significa dejar de vivir, significa dejarse vencer por el terror ruso. Intentar hacer la vida normal es también una forma de resistir a la invasión y de luchar por la libertad y paz.

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Administrador Público. Magíster en Comunicación Política. Autor del libro «La Constitución Liberal de Guzmán. Chile 1973-1980». Coautor del libro «Lo vimos venir». Cofundador del think tank Ciudadano Austral.

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