En víspera electoral es normal la visita del fantasma de la indecisión. Nos frustramos al sentir la incapacidad de los políticos para velar por nuestros intereses porque percibimos las elecciones como una suerte de condena. Nos sentimos impotentes ante ello. Nos sentimos en una incertidumbre perpetua. Esta breve reflexión girará en torno a “des-romantizar la política” para tener en cuenta algunos criterios útiles para navegar ante lo incierto.
Los políticos no son Papá Noel. Los ciudadanos no necesitamos regalos ni promesas sino propuestas. Te van a dar las llaves del cielo por un voto, pero no caigas en eso porque no buscamos dioses sino ejecutores. ¿Qué podemos hacer? Pues votar por ideas. Es decir, aunque el candidato tenga defectos puedo elegirlo por la validez de las propuestas. No seamos “anti algo” sino “pro elección consciente”. Cuando logramos separar el candidato del show, nos podemos concentrar en lo que importa: su plan de gestión.
Seamos sinceros, no hay un candidato ideal. Ninguno refleja completamente tu postura. Nadie nos puede representar al 100% pues no existe el pedigrí ideológico. ¿Qué podemos hacer? Desde la ciudadanía debemos aportar con criterios para las propuestas y vincularnos a los procesos políticos. Así podremos sentirnos representados.
Un voto representa confianza. No es un cheque en blanco. No te convierte en militante ni cheerleader del partido o del político. El voto es como un salto de fe. Significa que a pesar de la incertidumbre, te doy mi voto porque pienso que lo harás mejor. Y, también implica: “Estaré pendiente de la promesa. Seré crítico y si fallas, pierdes mi confianza”.
La democracia no es solo el día de la votación, es todo lo que pasa entre una elección y otra, por ello es nuestra responsabilidad contribuir continuamente a su fortalecimiento. Así podemos acercarnos a los procesos políticos para, poco a poco, consolidar una representación política de calidad. No hay Papá Noel en la política, solo en los cuentos de niños.