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Kazajistán, sus tensiones y sueños (parte I)

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Kazajistán fue la última república socialista soviética en declarar su independencia, lo hizo el 16 de diciembre de 1991. Pero el fin del terror comunista no significó -necesariamente- la llegada de la libertad, como sí aconteció en otros lugares. Actualmente el país vive en un régimen autoritario; se ha configurado un culto a la personalidad de Nursultán Nazarbáyev, el exgobernante comunista que estuvo como presidente hasta 2019; y emerge un conflicto étnico entre los kazajos y los rusos, estos últimos descendientes de quienes llegaron a colonizar el país en la época soviética.

Pude recorrer por unos días la ciudad más grande del país, Almaty. Si bien no aparece un problema étnico a ojos de un viajero de este lado del mundo, basta hacer la pregunta indicada y escuchar:  «Sí, me han discriminado por ser rusa étnica», como me ha dicho alguien en Almaty; el problema es que en Moscú tampoco son recibidos de buena forma, por ser «extranjeros». Estos rusos étnicos, descendientes de los colonizadores que el régimen soviético promovió o envió por la fuerza a Kazajistán, no tienen la culpa de las decisiones que tomaron otros, en otra época y a miles de kilómetros, en el Kremlin.

Los rusos étnicos representan el 18% de la población del país, en contraste con los kazajos que son el 63%. Mientras estaba recorriendo un parque dedicado al expresidente Nursultán Nazarbáyev le pregunté a alguien de etnia kazaja qué opinaba de la discriminación a los rusos en el país: «Ellos mataron a la mitad de nuestra nación, ¿cómo quieres que los tratemos?», fue su respuesta. 

Mi interlocutor estaba un poco errado; por la hambruna y la represión comunista en la década de 1920 la población kazaja disminuyó «sólo» un 22%, es decir, uno de cada cinco kazajos murió en esa época. El comunismo sí que es un virus letal. 

Esta tensión étnica se ha acrecentado ahora con la invasión que organizó Rusia en Ucrania, que deja en contradicción a los rusos étnicos de Kazajistán; por un lado, ellos quieren vivir en paz en su país natal, pero también sienten que merecen ser «rescatados» por el tirano Putin, como supuestamente lo hace con los rusos del Donbás en pleno territorio ucraniano. Esto explicaría la forma más bien hostil en que el gobierno kazajo se ha mostrado frente a Rusia en las últimas semanas. 

Prometí a ambos mencionados en este artículo no revelar sus nombres si es que llegaba a escribir de ellos, porque en Kazajistán no existe esa libertad de expresión que alguna vez gozamos en Chile.

Los días pasan muy rápido, la siguiente parada en mi viaje sería Nursultán, la capital del país. De ella les contaré en la próxima columna que escriba. 

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Administrador Público. Magíster en Comunicación Política. Autor del libro «La Constitución Liberal de Guzmán. Chile 1973-1980». Coautor del libro «Lo vimos venir». Cofundador del think tank Ciudadano Austral.

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